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Artículo escrito por la directora del Unidad Operativa Sociosanitaria y adjunta a gerencia de la Asociación Bienestar y Desarrollo ABD y miembro de la justa directiva de CEOMA, Pilar Rodríguez.
El binomio tecnología y envejecimiento representa un desafío de gran relevancia en la sociedad actual. “No dejar a nadie atrás” es uno de los valores clave y transformador de la Agenda 2023 para el desarrollo sostenible (ODS), con un compromiso común de los estados miembros de la ONU reducir las desigualdades, terminar con la discriminación y la exclusión que dejan a las personas fuera y atrás de la sociedad. Y con la llegada de la llamada cuarta revolución industrial (término ideado por Klaus Schwab fundador del Foro Económico Mundial), robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, internet de las cosas, entre otros, parte de la población está y se verá perjudicada, por no poder tener la oportunidad de disponer lo que puede llegar a ofrecer hoy día las tecnologías relacionadas con los cuidados y el bienestar de las personas.
Por contraste, el envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, que tendrá sus consecuencias en casi todos los sectores de la sociedad. La población mayor de 65 años o más en la Unión Europea es de un 21,1%, más de una quinta parte de los habitantes de la UE tienen ahora 65 años o más y el porcentaje de personas de 80 años o más casi se duplica en 2022 respecto a 2002(Eurostat).
Los retos sociales actuales presentan un gran paradigma, y las entidades sociales del Tercer sector social, estamos delante de situaciones cada vez más complejas que requieren intervenciones y/o respuestas personalizadas en términos de equidad, con un enfoque más holístico y diferente hasta lo que veníamos realizando hasta ahora.
No hace falta constatar que estamos delante de nuevos retos relacionados principalmente con, la tecnología, cambio climático, cambio demográfico que están dejando huella en la forma de comportarnos, de cómo construir comunidades, en definitiva, condicionados a establecer nuevas formas de vivir que afecta a todas las personas independientemente la edad que tengamos. Pero si destacaría que, aunque para muchas de las personas mayores la inmersión de la tecnología en la sociedad ha sido una oportunidad para poder relacionarse, realizar gestiones y disponer información, otras personas mayores se sienten perjudicadas y afectadas por no “poder utilizarlas” que por diversas razones y las está aislando y excluyendo de la sociedad. Por tanto, la digitalización y tecnología nos ofrece tantas oportunidades como amenazas para las personas mayores de edad avanzada. El uso de la tecnología es uno de los factores de riesgo que contribuye a excluir a algunas personas mayores de la sociedad favoreciendo el aislamiento y también contribuye a que cada vez más haya personas que sufran soledad no deseada.
En un estudio que realizamos en ABD (Asociación Bienestar y Desarrollo) en el 2021 financiado por el Ministerio de derechos Sociales y Agenda 2023, con más de 600 personas participantes con diferentes franjas de edad y tanto en entorno urbano como rural, constatamos algunos de los datos obtenidos de la investigación: que el 68% son mujeres puesto que el porcentaje tiene relación con la población total por género. El 85% tenían móvil y de estos el 43% no tenía conexión a internet a casa. Un 53% indicó que no sabe realizar ajustes básicos como aumentar el brillo de la pantalla, el tamaño de la letra, etc. Y casi el 70% no utiliza su dispositivo para hacer tramites digitales, precisan ayuda para poder hacerlo. Un 64% manifiesta no poder contactar de forma autónoma con su centro de salud, y un 70% con servicios sociales. Un 85% no consulta la aplicación o la web municipal por tanto desconocen la información facilitada por su ayuntamiento, y como consecuencia no tienen la opción de poder participar en las actividades que se ofrecen. Y otro dato a destacar es que solo un 48% sabia realizar videollamadas
A medida que la sociedad se vuelve cada vez más digitalizada, la brecha digital o rotura tecnológica/digital se hace mayor y más presente en personas mayores que se sienten excluidas de la sociedad y no tienen la oportunidad de uso y como consecuencia agrava su bienestar personal y afecta negativamente en su calidad de vida. Estamos delante de un nuevo mundo donde la tecnología y la digitalización está más presente en nuestros procesos de vida, favoreciendo y simplificando procesos de nuestras vidas, pero a la vez genera distanciamiento, enfrentándonos a situaciones complejas y a un desafío de difícil resolución(brete) la no participación y falta de autonomía que comporta la exclusión de muchas personas de la sociedad. Entre los diversos aspectos diferenciales, que son habitualmente denominados como brecha digital, hay que destacar el acontecido por desigualdades en el acceso debido a barreras económicas (desigualdades económicas) o geográficas (rurales y urbanas), como lo que se vincula a tener competencias para su uso, y la dificultad de la usabilidad de las mismas que no están adaptadas a las personas mayores. Las personas mayores no han crecido como otras generaciones con herramientas digitales, la falta de utilización temprana de los dispositivos deriva en la falta de conocimientos y habilidades digitales y les aseguro que no es suficiente con un curso de formación.
Con el envejecimiento, pueden surgir limitaciones cognitivas y/o físico motoras que dificultan el uso y el aprendizaje de nuevas tecnologías. No podemos obviar, la falta de conocimiento sobre los peligros derivados del uso inadecuado que puede hacer que las personas de más edad sean más vulnerables a estafas y fraudes. Y si a esto le añadimos las dificultades que supone realizar cualquier trámite electrónico a pesar que nos vendan su user-friendly de los dispositivos (falta de comprensión de la terminología, dificultad manipular el dispositivo, entornos no intuitivos…), no lo tienen nada fácil, si algunos no podemos seguirlo en toda su magnitud, se pueden imaginar lo que supone para algunas personas mayores?, no poder comunicarse con aquellas personas que quieren, no pueden realizar gestiones ni trámites con su centro de salud, con su banco, con las compañías de suministros, con servicios sociales si fuera necesario, realizar compras de alimentos, comprar una entrada para actos culturales, y otras tantas acciones que requieren habilidades y competencias y una gran dosis de paciencia.
La transformación digital (tecnologías de la información, internet, smartphones…) llegó para quedarse con sus bondades, desafíos y sus riesgos y por ello tenemos que facilitar, formar y acompañar a las personas que más lo necesitan, la utilización de un smartphone para muchas personas mayores les provoca stress, cuestiona su valía personal generando inseguridad e impotencia, una situación que les sobrepasa y supone una renuncia.
Los medios de comunicación durante estos últimos años se han hecho eco del aislamiento y soledad no deseada en las personas mayores. Tantas iniciativas personales, plataformas de mayores, entidades del tercer sector social que desde hace años estamos trabajamos para visibilizar estas situaciones cuyo objetivo sería poder hacer prevención ya que nos indicaría que estamos en otro estadio de intervención. Hoy día muchas administraciones tienen en sus programas de gobierno, servicios que trabajan contra la soledad no deseada de los mayores y programas de alfabetización digital, ojalá esto sirva para que haya lograr una estrategia única para hacer frente a esta transformación social.
La decisión (UE) 2022/2481 del parlamento Europeo establecen el programa estratégico de la Década digital para el 2030 en la que refiere a que las tecnologías digitales deben contribuir a lograr resultados que no se limiten solo a la esfera digital, sino que tengan efectos positivos en las vidas cotidianas y el bienestar de los ciudadanos. Y donde, la transformación digital debe ir acompañada de mejoras en materia de democracia, buena gobernanza, inclusión social y servicios públicos más eficientes. La UE establece que como mínimo el 80% de la población tenga las capacidades digitales básicas. Todo ello requiere de una transformación profunda en nuestra sociedad integrando la tecnología como herramienta que nos permita mejorar nuestro bienestar, como está transformación digital se hace desde el respeto por los derechos fundamentales, la inclusión, accesibilidad, igualdad, seguridad y la mejora de calidad de vida, entre otros. Conocer cuáles son los límites y todo ello nos invita a realizar una reflexión ética de las consecuencias. Hay que aprender y se requieren puentes para poder hacer esta transición y es necesario acompañar tanto a aquellas personas que por los motivos que sean, no pueden, ni podrán utilizar la tecnología para cubrir necesidades básicas de su día a día como a las personas mayores que si tienen el interés para poder utilizarlas cotidianamente. Se tendrá que invertir en políticas sociales públicas inclusivas para poder llevar a cabo esta “transformación social-tecnológica” incorporando las herramientas digitales y para ello será necesario:
Los resultados de este estudio y de otros que se han llevado a cabo, son la prueba de que tener móvil o internet no implica tener competencias digitales y a mayor edad se incrementa, por lo general, la brecha digital. No tenemos que permitir, que las personas de más edad sientan que se han quedado excluidas, que ya se han quedado atrás, que la tecnología no forma parte de su vida, que saben que hay un mundo fuera al cual no pueden acceder.
Por ello todo ello hay que garantizar los derechos sociales, como el adquirir capacidades que nos permitan participar plenamente de la sociedad o prestar apoyo para poder tener acceso a los servicios esenciales, esto implica la cooperación de todos los actores: administración, entidades del tercer sector, empresas tecnológicas, universidades y toda la sociedad. Nos falta por recorrer un camino no exento de obstáculos, donde la IA (inteligencia artificial), internet de las Cosas (loT), robótica, y otras herramientas tecnológicas son necesarias para ir avanzando y poder con su uso adecuado mejorar el bienestar de las personas y sobre todo aquellas que están en situación de vulnerabilidad. Tenemos que garantizar la libertad y privacidad desde todas sus dimensiones, los avances tecnológicos serán buenos o malos en función del uso que les demos, pero no olvidemos que hay que dar la oportunidad, en términos de equidad, para que todas las personas tengamos acceso, poder garantizar su uso haciendo sociedades más inclusivas.