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Karl Pillemer, sociólogo, gerontólogo y profesor de la Universidad de Cornell, interviene en el 63º congreso de la SEGG, para hablar del abuso y exclusión social y aportar sus investigaciones de los últimos años sobre las relaciones intergeneracionales y las soluciones contra el edadismo y el maltrato a los mayores.
Cómo define el contexto de las relaciones entre jóvenes, adultos y personas mayores? ¿Han cambiado en los últimos años?
En 2015, los adultos mayores de 65 años representaban el 9 % de la población mundial. Se calcula que en 2050 representarán el 17 %, es decir, que su número se habrá más que duplicado en 35 años. Sin embargo, al igual que la población de edad avanzada está creciendo, en muchas sociedades hay una falta crítica de conexiones significativas entre los jóvenes y las personas mayores.
Una serie de factores como la segregación residencial por edades y el edadismo, hacen que sea mucho menos frecuente que los jóvenes interactúen con adultos mayores y aprendan de su experiencia vital. De hecho, la mayoría de los jóvenes apenas tienen contacto con nadie mayor de 60 años, salvo contactos ocasionales en sus familias.
Creo que, para garantizar un desarrollo juvenil óptimo, es importante aumentar no sólo la frecuencia de los contactos entre jóvenes y adultos mayores, sino también facilitar la transferencia de conocimientos prácticos y consejos. En resumen, necesitamos tender puentes entre las generaciones, ahora más que nunca.
¿Por qué son importantes las relaciones intergeneracionales? ¿Qué aportan tanto a las personas mayores como a los jóvenes, y a la sociedad?
A lo largo de la historia, las relaciones intergeneracionales han tenido una importancia crítica. Tomemos un ejemplo muy básico: a lo largo de la evolución humana, los antropólogos han demostrado que las personas mayores desempeñaron un papel fundamental en la supervivencia de nuestra especie. Sus conocimientos acumulados suponían una ventaja crítica en épocas de hambruna o catástrofe, y su cuidado de los más jóvenes también era esencial. En el mundo actual, estas relaciones siguen siendo vitales y necesarias.
Los jóvenes pueden beneficiarse enormemente de la sabiduría vital acumulada por los mayores. Por ejemplo, las investigaciones demuestran que las personas mayores son, por término medio, mucho más felices que los jóvenes. Por tanto, pueden compartir sus estrategias para sobrevivir y prosperar en tiempos difíciles.
Del mismo modo, las personas mayores necesitan el contacto y la comunidad con gente más joven por dos razones. En primer lugar, pueden beneficiarse enormemente de la llamada “socialización inversa”, es decir, de todo lo que los jóvenes pueden enseñarles. En segundo lugar, las personas mayores necesitan expresar su “generatividad”, es decir, contribuir a un mundo que no llegarán a ver.
Por último, en la mayoría de los países estamos entrando en una sociedad que envejece. Los jóvenes necesitan el contacto con los mayores para tener una visión realista del envejecimiento y superar estereotipos negativos.
¿Qué dicen las investigaciones actuales sobre las relaciones intergeneracionales? ¿Son siempre positivas?
Una cosa que debemos hacer cuando hablamos de investigación es diferenciar entre las relaciones intergeneracionales dentro de las familias y en la sociedad en general.
Una buena noticia es que la mayoría de la gente afirma que en las familias existen relaciones positivas entre padres e hijos adultos, y entre abuelos y nietos. Por supuesto que hay problemas, pero, en general, las generaciones mantienen vínculos beneficiosos entre sí.
En la sociedad en general, los problemas son más complicados. No cabe duda de que existen altos índices de edadismo por parte de los más jóvenes. Los medios de comunicación ofrecen continuamente imágenes negativas de las personas mayores (o las ignoran por completo). Las personas mayores tienen prejuicios negativos contra los jóvenes. Por eso, es muy importante que haya más contacto entre las generaciones y crear entornos positivos en los que puedan reunirse.
¿Cómo cree que se pueden impulsar las relaciones intergeneracionales?
Esa es una muy buena pregunta, y hemos estado abordando esta cuestión en nuestra investigación.
Hemos aprendido que unos “programas intergeneracionales” sencillos y de bajo coste pueden producir actitudes positivas, aumentar los sentimientos positivos hacia la otra generación y crear un sentimiento de solidaridad entre mayores y jóvenes. Los mejores programas intergeneracionales combinan la educación de los jóvenes sobre el envejecimiento con oportunidades de contacto.
Lo que realmente funciona mejor para optimizar las relaciones intergeneracionales son aquellas actividades que hacen hincapié en la igualdad de condiciones entre mayores y jóvenes. Por ejemplo, hemos creado una intervención de intercambio de sabiduría, en la que los más jóvenes piden consejo a los mayores y también comparten sus propias experiencias. Muchas organizaciones y escuelas pueden patrocinar este tipo de programas que reúnen a mayores y jóvenes.
De cara a impulsar la convivencia de todas las generaciones en la misma sociedad, ¿qué medidas se deberían tomar desde las instituciones públicas para incentivar la intergeneracionalidad?
Las instituciones sociales pueden responder de muchas maneras para tender puentes entre las generaciones. Mencionaré aquí algunas de ellas.
En primer lugar, debemos aprovechar las oportunidades de aprendizaje intergeneracional. Las universidades, en particular, pueden implicar a las generaciones jóvenes y mayores en entornos en los que no sólo puedan aprender cosas juntos, sino también unos de otros.
En segundo lugar, podemos aprovechar la tecnología para reunir a las generaciones; de hecho, varios programas intergeneracionales utilizan la tecnología digital (por ejemplo, los blogs intergeneracionales) para crear conexiones.
En tercer lugar, las comunidades pueden crear espacios donde sea más fácil que se reúnan los mayores y los jóvenes. Por último, es muy importante integrar las actividades de los programas intergeneracionales en los entornos educativos a todos los niveles.
Esto puede abarcar desde la incorporación de personas mayores como ayudantes en los entornos preescolares, pasando por su participación como tutores en la escuela primaria, hasta el fomento de la interacción en la educación secundaria y superior.
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