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Según el estudio "Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores", en los mayores hay un alto riesgo de aislamiento social, afectando, este cambio, más a los hombres que a las mujeres e incidiendo más en las que poseen un bajo nivel educativo.
Los días 8 y 9 de julio ha tenido lugar en el CaixaForum de Barcelona el curso “Soledad en las personas mayores”, dirigido por el Dr. Javier Yanguas y la Dra. Sacramento Pinazo-Hernandis, y organizado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), a través de su Fundación Envejecimiento y Salud (FES), con el apoyo de Fundación La Caixa.
En palabras de Cristina Segura, directora del programa de personas mayores de la Fundación Bancaria la Caixa: “El curso trata de analizar la soledad y el aislamiento social, bajo una mirada interdisciplinar aportando soluciones eficaces y eficientes que mejoren la calidad de vida y bienestar emocional de las personas mayores”.
Durante la inauguración, el vocal social de la SEGG, el psicólogo Raúl Vaca Bermejo, agradeció la labor de la anterior junta directiva de la SEGG que ha trabajado con anterioridad este curso, así como a la Fundación Bancaria "la Caixa" por su compromiso en la mejora de la calidad de vida de las personas mayores, explicando que “entendemos que la mejor forma de tratar de responder a las necesidades complejas y cambiantes de la sociedad a medida que envejecen sus miembros: el trabajo colaborativo entre todas la entidades. El compromiso de la nueva junta directiva es continuar con esta labor de tejer relaciones significativas entre profesionales”.
Estudio sobre la Soledad y el riesgo de aislamiento social en las personas mayores
La primera intervención corrió a cargo de Javier Yanguas, Director Científico del Programa de Mayores de Fundación “La Caixa”, quien presentó el estudio elaborado por la misma fundación sobre "Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores". Las conclusiones principales de la investigación son la existencia de un alto riesgo de aislamiento social entre las personas mayores que tiene una mayor incidencia en hombres y la importancia del nivel educativo, puesto que cuanto más bajo sea más probabilidades de aislamiento social habrá. A lo que añadió “las trayectorias vitales también tienen importancia en el fomento de redes sociales que perduren o que faciliten generar unas nuevas con el fin de evitar las situaciones de soledad”. Recalcando finalmente el experto la importancia de estar alerta para actuar ante la soledad de las personas en los próximos años.
A continuación Mercè Pérez Salanova, de la Universitat Autónoma de Barcelona, departió sobre los conceptos y representaciones de la soledad durante el envejecimiento, resaltando la importancia de generar oportunidades de participación para que las personas en riesgo de aislamiento social y soledad creen redes duraderas y estables que les protejan ante dicha soledad.
Cómo intervenir ante la soledad del mayor
La Doctora en Psicología y exvicepresidenta de Gerontología de la SEGG, Sacramento Pinazo, hizo una revisión sobre la evidencia científica obtenida por las diferentes intervenciones que se pueden realizar para paliar la soledad no deseada. En primer lugar, la Doctora en Psicología señaló la importancia de saber distinguir cuándo hay que intervenir y cuándo no, básicamente se intervendría cuando exista una situación de soledad no deseada por la persona o existen riesgos importantes para su integridad física. Además, señaló que existe un déficit importante de intervenciones con evidencia científica publicadas en muestra española (los estudios existentes suelen ser anglosajones o nórdicos). Finalmente destacó que las intervenciones que mejor funcionan son aquellas que utilizan los recursos comunitarios y piden que los usuarios sean proactivos en todas las fases del diseño de dichas intervenciones.
Por su parte, Montserrat Celdrán, patrona de Amics de la Gent Gran y profesora de la Universitat de Barcelona, explicó los resultados del primer estudio del Observatorio de la Soledad. En él, se explicita que la soledad ocurre de diferentes formas a lo largo del ciclo vital de una persona. Tanto la soledad deseada como la no deseada. Las intervenciones que se realicen deben estar adaptadas a esas diferencias propias de cada etapa de la vida. Además, ha concluido que existen necesidades comunes en todas las generaciones.
Asimismo, Luz Morín, de Espacio Communitas, habló sobre la intervención comunitaria en temáticas de soledad, concretando que “la intervención comunitaria debe implicar siempre a tres agentes para optimizar los resultados que se obtengan: la ciudadanía, los recursos técnicos y profesionales, y finalmente, a las administraciones públicas”.
Soledad y ética
Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de ética aplicada de la Universidad Ramón Llull y presidente de varios comités de ética asistenciales, reflexionó sobres las implicaciones de ética y la soledad en las personas mayores, dando un papel fundamental a la responsabilidad que tenemos no solo como profesionales, si no como personas que viven en sociedad, de intervenir ante los casos de sociedad recurriendo a la Ley de Oro de la ética: aquello que no quieres para ti, no lo des a los demás; es decir, si hay un problema o situación en la que a ti no te gustaría vivir o experimentar, trata de cambiarla si alguien la sufre.
Efectos negativos en la salud
La médico de la Fundació Envelliment i Salut de la Universidad Autónoma de Barcelona, Laura Coll, expuso la evidencia existente que relaciona soledad con las consecuencias negativas para la salud de las personas que la sufren y ha resaltado la importancia del capital social como protector de dicha soledad. “La soledad contribuye a un aumento de la tension arterial, problemas cardiovasculares y del sueño. Además de un mayor riesgo de tener demencias e incluso Alzheimer” explicaba la doctora.
Por su parte, Andrés Losada, profesor de la Universitat Rey Juan Carlos, explicó cómo la soledad en los cuidadores de personas en situación de dependencia introduce una mayor vulnerabilidad y riesgos para la salud de dichos cuidadores. Además, señaló la necesidad de estar pendientes de las personas más vulnerables (a su juicio, las hijas cuidadoras). También aclaró que en la soledad experimentada por una cuidadora influyen procesos inconscientes en el que intervienen factores culturales (familismo), procesos sociales (aceptación de la enfermedad, discriminaciones, etc.) e institucionales (recursos existentes para intervenir y cuidar a los cuidadores). “Las intervenciones pueden ayudar a las necesidades específicas de los cuidadores, a romper barreras (como la de pedir ayuda o reservar una parte del tiempo para el ocio propio), proporcionando recursos en los que apoyarse y ayudando a ser coherentes con el valor del cuidado”, concluyó.
Cada vez más mayores
Dolores Puga, experta del CSIC, expuso la soledad desde la perspectiva de los estudios longitudinales en los que se está encontrando que dicha soledad cada vez se experimenta más tarde, es decir, se está retrasando la experiencia de soledad. Además, ha asociado la soledad a las transiciones de pérdida que una persona puede experimentar a lo largo de su vida (pérdida de cónyuge, de amigos, de hijos, etc.).
La última intervención del curso corrió a cargo de Javier Yanguas. La fragilidad y la soledad experimentada por las personas en situación de fragilidad, fue el epicentro de su exposición final. A su juicio se caracteriza por una experiencia personal de la fragilidad que implica sentirse más o menos vulnerable, la experiencia de pérdidas significativas en las relaciones sociales y la pérdida del sentido de la vida. Además, introdujo lo que ha denominado soledad existencial que se caracteriza por una falta importante de conexiones o relaciones, la presencia de emociones negativas (miedo, pánico, tristeza, abandono), alienación o vacío y, finalmente, aislamiento.