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La Fundación Pilares para la Autonomía Personal y la Fundación Caser han dado a conocer el libro "Viviendas para personas mayores en Europa. Nuevas tendencias para el siglo XXI" durante una jornada de mismo título en la que participaron Pilar Rodríguez, presidenta de Fundación Pilares; y Juan Sitges, director de Fundación Caser, Ana Isabel Lima, secretaria de Estado de Servicios Sociales; y Cristina Narbona, que fue responsable de Vivienda y es experta en la materia.
En los países más avanzados en políticas sociales llevan años realizando una transición, desde el modelo institucional clásico de residencia, que se considera agotado, hacia el modelo hogar. En este contexto, se construyen y ofrecen diferentes tipos de viviendas para esta fase de la vida (viviendas compartidas, viviendas comunitarias, viviendas colaborativas -cohousing-, apartamentos con servicios, etc.), en las que las personas pueden continuar viviendo, aunque se necesiten cuidados y atención profesional.
Con ello se trata de acercarse al cumplimiento del deseo de la mayoría de las personas, que quieren mantenerse el mayor tiempo posible (toda la vida) en sus hogares. Para conseguirlo es importante invertir en realizar viviendas más accesibles y adecuadas, hacer mejoras en los hogares para evitar que las personas se tengan que mudar cuando se hagan mayores, y garantizar la provisión de cuidados y apoyos en casa cuando se tienen situaciones de dependencia.
Para explicar las tendencias existentes en diferentes países, como ponentes de la jornada han participado reconocidos expertos en el sector de vivienda y atención a personas mayores, que son también autores del libro: Jeremy Porteus (Inglaterra), Miguel Montero (Alemania) y Astrid Lindström (Suecia).
También aportó su experiencia como conocedor in situ de experiencias internacionales, Josep de Marti, director de Inforesidencias.com, que describió algunos ejemplos de viviendas existentes en EE.UU y Holanda.
Como modelo de vivienda alternativa a las residencias en el medio rural español, se presentó la experiencia de las viviendas comunitarias de Castilla La Mancha, que se ofrecen por el Gobierno de esa C.A. como alternativa viable para combatir la soledad y vulnerabilidad de muchas personas mayores que quedan aisladas en sus pueblos, favorecer el apoyo mutuo y desarrollar la solidaridad vecinal. Además de cumplir estos loables objetivos, esta modalidad de vivienda también presenta una nada desdeñable potencialidad de creación de empleo al ofrecer puestos de trabajo a la población joven en unos territorios muy marcados por la despoblación.
Un tipo de vivienda que está teniendo mucha aceptación entre las personas mayores en España, es el denominado cohousing. Sin embargo, existen dudas en cuanto a su diseño, sobre todo, pensando en que este tipo de viviendas continúen resultando válidas cuando las personas desarrollen situaciones de dependencia. Para debatir los aspectos que deben considerarse, hubo en la jornada una intervención del arquitecto, Javier del Monte, experto en la materia.
Pero, además de planificar un nuevo modelo de viviendas para personas mayores, se considera muy relevante plantear la necesidad de desarrollar una política de adaptación del parque de viviendas existente. Más de un 95% de la población mayor española vive en su propia casa, y la mayoría son propietarias de la misma. Pero alrededor de un 40 por ciento de estas viviendas tienen problemas de accesibilidad importantes al carecer de ascensor, salvaescaleras o rampas, de manera que, en algunos casos, el hogar puede llegar a convertirse en una cárcel. También existen muchas barreras en el interior de la casa, que obstaculizan llevar a cabo las actividades de la vida diaria cuando se tienen limitaciones funcionales. Tanto en la jornada, como en el libro, el arquitecto Xavier García Milà describe cómo llevar a cabo programas coherentes y estructuradas de adaptación funcional personalizada de viviendas.
Y no podía faltar en una jornada y Ppublicación que trata de orientar sobre diferentes facetas que tienen que ver con la vivienda de las personas mayores y su bienestar, el tema de las Tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que tienen ya en la actualidad, pero lo tendrán mucho más en el futuro, un relevante papel. Se aportó a la jornada y a la publicación una aportación de Fundación Vodafone España en la que se describe parte de la amplia oferta ya disponible que puede resultar de utilidad para personas mayores (interfaces accesibles, asistentes de voz, mensajería instantánea), así como diversos desarrollos tecnológicos relacionado con la domótica y la teleasistencia avanzada (detectores de presencia, de humo, gas, apertura de puertas, videoatención, control de constantes vitales…). Y se da cuenta también de un futuro nada lejano en el que la robótica tendrá cada vez más presencia, entre otras cosas, para mejorar el cuidado de las personas que tienen una situación de dependencia.
La presidenta de la Fundación Pilares, Pilar Rodríguez, señaló la existencia de evidencia científica acerca de que el modelo vivienda produce mucho más bienestar a las personas que el modelo institución. Y tiene también más capacidad para ofrecer una atención centrada en la persona en un entorno que sintoniza y da sentido al mundo de valores inherentes a cada persona para que pueda seguir controlando su vida. Al plantear un análisis crítico sobre el modelo residencial, también animó a la ciudadanía, no solo a las personas mayores, a plantearse preguntas como: “¿Dónde querremos vivir si tenemos que dejar nuestra casa de siempre?, ¿cómo poder mantener nuestro estilo de vida, nuestra propia imagen y llevar a cabo nuestros deseos más íntimos?, ¿cómo querremos que nos cuiden?, ¿cuánto tendremos o podremos pagar por ello? Creo que la respuesta pasa por avanzar en la integración de las políticas de vivienda y las de cuidados de larga duración, como se hace en otros países. Solo así conseguiremos que el lugar en el que vivir y recibir cuidados no signifique un desarraigo traumático de lo más íntimo y propio, sino que más bien se plantee como una mudanza: La locución más adecuada a la que aspiramos sería poder decir “Me cambio de casa”, en lugar de decir: abandono mi casa y voy a “ingresar” en una residencia”.
Las personas mayores, como el conjunto de la población, no tienen buena imagen de las residencias. La razón fundamental para este rechazo es la percepción social de que el abandono del hogar y el ingreso en una institución provoca una pérdida de control sobre la propia vida: lo habitual es que se comparta la habitación con alguien desconocido, que el ambiente físico se parezca más a un hospital que a una casa, que no se puedan hacer elecciones (horas de levantarse y acostarse, comidas…), que dejen de realizarse las actividades que a las personas les gustan... Que sean otros, en fin, quienes deciden sobre el devenir de la vida cotidiana, lo que puede conducir a la pérdida de valor y de sentido de la propia vida.
Sin embargo, el fenómeno de la creciente longevidad que estamos viviendo arroja un escenario que nos sitúa como el país más envejecido del mundo. Según las últimas proyecciones demográficas del INE para España, dentro de tan solo quince años la población mayor de 65 años pasará de representar un 19 % a más del 25 % del total. Y durante ese corto periodo de tiempo el número de personas mayores de 80 años se incrementará en un millón de personas. Es en este segmento de edad cuando es más probable desarrollar una situación de dependencia por la que se precisen cuidados y apoyos de larga duración o vivir en solitario. Y es entonces cuando suele recurrirse a las residencias, en ausencia de una oferta de viviendas adecuadas para estas situaciones.
Sin duda, la escisión que desde siempre ha existido en nuestro país entre las políticas de vivienda y las de servicios sociales y de sanidad están entre las causas de esta debilidad en la oferta pública de viviendas para personas mayores. Que estas casas se diseñen integradas en entornos comunitarios (y no en el extrarradio de las ciudades) y que los apoyos y cuidados se presten con el enfoque de atención centrada en la persona es la tendencia clara que se aprecia en los países más avanzados.
Conocemos por la investigación desarrollada que las personas mayores de hoy, y aún más las que están llegando a la edad de jubilación, presentan un perfil muy diferente al de generaciones anteriores: mucho más alto nivel de estudios, pensiones más elevadas, modelos de ocio más sofisticados, mayor conciencia de sus derechos y, por tanto, con un grado de asertividad y exigencia superiores. Este cambio de perfil agudiza la negativa percepción que las personas mayores tienen en cuanto a los modelos de alojamientos existentes (las residencias). Y reclaman cada vez con más fuerza contar con viviendas modelo hogar en el que puedan mantener el máximo control de sus vidas, aunque lleguen a desarrollar situaciones de dependencia.
La longevidad creciente de la población y las demandas de las personas mayores se presenta como un gran reto para la arquitectura, pero también para promotores, planificadores y gestores de vivienda y de las políticas de servicios sociales y sanitarios, mediante miradas y políticas transversales.