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Dos expertos resaltan el elevado coste que tiene la disfagia orofaríngea no diagnosticada.
En el entorno del 40 Congreso ESPEN de nutrición clínica y metabolismo, celebrado esta semana en Madrid, Nestlé Health Science ha organizado una sesión científica sobre disfagia orofaríngea desde un prisma económico y su aplicación en la práctica clínica. La disfagia orofaríngea, frecuente en ancianos, pacientes con enfermedades neurodegenerativas, supervivientes de ictus y personas con cáncer de cabeza o cuello, multiplica por 3 el riesgo de desnutrición en quien la padece.
La disfagia orofaríngea es la dificultad para tragar alimentos y líquidos. En ocasiones se acompaña de tos, atragantamiento, etc. Cuando esto sucede la comida o bebida puede desviarse en su recorrido natural derivándose hacia las vías respiratorias con riesgo de provocar una bronconeumonía a veces mortal. De creciente prevalencia debido al incremento en la esperanza de vida y de pacientes geriátricos, provoca en quien la sufre un sentimiento de miedo a la hora de comer y beber y limita la ingesta de alimento provocando desnutrición, deshidratación, neumonías por aspiración, pérdida de calidad de vida, mayor riesgo de complicaciones y morbilidad.
El Dr. Juan Oliva Moreno, profesor del departamento de análisis económico y miembro del Seminario de Investigación en Economía y Salud (SIES) de la Universidad de Castilla La Mancha, ha explicado cómo la disfagia no diagnosticada y no tratada correctamente supone un elevado coste, no solo económico para el sistema sanitario, sino también emocional tanto para el paciente como para su entorno.
La Dra. Julia Álvarez, Jefe de Sección de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, ha asegurado que el trabajo en equipo multidisciplinar entre profesionales sanitarios, cuidadores y personas del entorno del paciente, mejora la calidad de atención que debe brindarse y se consiguen los mejores resultados en términos de salud en los enfermos con disfagia.