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Su presidente, Joaquím Borrás, asegura que “el buen trato debería estar presente en todo momento en las relaciones sociales y no descuidarse a ninguna edad, tampoco en la última etapa de la vida”.
La Fundación Edad&Vida, con motivo de la celebración el viernes 15 de junio del ‘Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez’, ha querido poner de relieve la importancia de impulsar y fomentar un verdadero buen trato hacia las personas mayores en todos los ámbitos. Joaquím Borrás, presidente de la fundación, asegura que “el buen trato debería estar presente en todo momento en las relaciones sociales y no descuidarse a ninguna edad, tampoco en la última etapa de la vida”.
Según Naciones Unidas, el mal trato a las personas mayores es “uno de los tipos de violencia menos tratados en los estudios que se llevan a cabo a nivel nacional y menos abordados en los planes de acción”.
Desde la Fundación Edad&Vida abogan por abordar esta problemática desde las administraciones públicas, las instituciones, las empresas y las organizaciones sociales, pero también desde el ámbito más privado de la familia y el entorno más cercano de los mayores.
El presidente de Edad&Vida ha insistido en que las personas mayores son un colectivo especialmente desprotegido que precisa de una normativa que recoja sus necesidades y proteja sus derechos.
“A medida que las personas se hacen mayores pueden sufrir discriminación por motivos de edad o no recibir un trato adecuado conforme a su situación y capacidades”, ha apuntado Borrás, al tiempo que ha asegurado que, “además del maltrato físico, emocional o asistencial, también existe el jurídico y el económico, basados habitualmente en la cercanía y en el abuso de confianza”.
Maltrato institucional y financiero
A nivel institucional, el maltrato a las personas mayores puede provocarse por acción u omisión, es decir, por la falta de medidas para evitarlo. Se trata de un tipo de violencia que se ejerce por la dejación de responsabilidades o por el incumplimiento de la legalidad vigente y que se traduce en ausencia de normativas que les ampare y la falta de acuerdos que permitan, por ejemplo, el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones de jubilación a medio y largo plazo.
Asimismo, en los países desarrollados, el maltrato financiero se traduce en robos, falsificaciones, uso indebido de propiedades o poderes notariales, así como la negación del acceso a fondos. “En estos casos”, según Borrás, “influyen los factores de riesgo para la víctima de la explotación financiera, que van desde el aislamiento social y el deterioro de las facultades cognitivas, hasta la posible dependencia emocional, física o financiera hacia el autor de los abusos”.