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Bajo el título: "Avances en prótesis sensitivas", el doctor impartirá una de las ponencias principales del jueves 10 de noviembre. "La mayor satisfacción es observar el impacto positivo que tiene mi trabajo diario en la vida de otras personas", asegura Ortiz Catalán.
El mexicano Max Ortiz Catalán trabaja en la Universidad de Tecnología Chalmers en Suecia. Doctor en ingeniería biomédica ha revolucionado el campo de la ortopedia creando la primera prótesis del mundo que se convierte en una extensión del cuerpo humano por medio de oseointegración. Una mano artificial que se conecta directamente al hueso, nervios y músculos permitiendo al usuario tener sensaciones, libre movilidad y manejarla prácticamente con su mente.
A pesar del salto considerable que ha supuesto su trabajo para el sector y la gran repercusión mediática a nivel internacional que ha logrado en los últimos meses, el doctor tiene clara cuál es su verdadera recompensa. “Científica y tecnológicamente mi trabajo es muy estimulante, pero la mayor satisfacción es observar el impacto positivo que tiene mi trabajo diario en la vida de otras personas”, afirma.
La conexión directa al hueso es posible a través de un implante de titanio. Mediante la unión de interfaces neuronales y musculares se logra un control robusto e intuitivo de la mano artificial. Así, con tan solo pensarlo es posible mover la extremidad. Max Ortiz nos explica que gracias al sistema de electrodos que se conecta en músculos y nervios se obtienen señales estables que permiten un control preciso.
“El paciente puede manipular un objeto pequeño y delicado sin romperlo”, añade. Además, permite tener sensaciones como si fuera “su propia mano”. La prótesis queda protegida de interferencias como las de los sensores en tiendas de autoservicio. “Creemos que poder utilizar interfaces neuronales para el control de la prótesis en la vida diaria marca una nueva etapa en la ortopedia. La idea se ha perseguido durante décadas, pero no ha sido hasta ahora cuando se ha hecho una realidad clínica”.
El artefacto consiste en dos partes, un implante y una prótesis. La primera requiere de una cirugía para colocar una pieza de titanio dentro del hueso y se instala un sistema de control que conectan electrodos a los músculos y nervios. La segunda corresponde a una prótesis desmontable, que mantiene una conexión mecánica con el hueso y otra eléctrica con los electrodos implantados. La tecnología de oseointegración termina con los problemas de inflamación, rozaduras e incomodidad que provocan las prótesis convencionales de encaje o socket. “Al tener una conexión directa al hueso no existe ningún componente que moleste sobre la piel. Así aumenta el uso y la calidad de vida del paciente”, defiende Ortiz.
Un paciente con el brazo amputado por encima del codo es la primera persona en usar esta tecnología que le ha permitido desarrollar una vida laborar normal. Ha podido regresar a su actividad como conductor de maquinaria pesada entre la frontera de Suecia y Finlandia, o manipular un huevo sin romperlo. “Nos centramos en hacer tecnología que los pacientes puedan utilizar en sus actividades diarias. Nos gustaría que se convirtiera en un tratamiento estándar para una amputación”, explica.
Actualmente, el investigador está trabajando en un nuevo avance que previsiblemente verá la luz el próximo año. Se trata de un nuevo implante biónico que será capaz de devolver la sensación de tener ese miembro amputado. Una tecnología que como confirma a esta revista, ya se está probando en algunos pacientes: “Esperamos presentar los resultados de su uso en la vida cotidiana en 2017. Aún estamos lejos de restaurar la sensibilidad de una mano biológica, pero incluso las sensaciones más primitivas de tacto son mucho más útiles que no tener ninguna sensación, que es lamentablemente la situación hoy en día”. Ortiz asegura que se están dando los primeros pasos en la implementación clínica de prótesis con sensibilidad. “Esto próximamente estará disponible para pacientes en la Unión Europea”,añade.