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Entrevista al Dr. Josep María Via, asesor del presidente de la Fundación Edad&Vida.
¿Qué está pasando en las residencias para que haya tantos fallecidos?
Como todos sabemos el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19, es especialmente peligroso para personas mayores de 60 años y con algunas patologías graves previas. En concreto, aquellas personas diagnosticadas de hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares crónicas, cáncer, inmunodeficiencias, y el embarazo por el principio de precaución.
Dicho lo anterior, según un estudio que publicamos hace unos años en Fundación Edad&Vida sobre el perfil clínico de las personas usuarias de los centros residenciales para personas mayores, se puede afirmar que más del 75% de estos usuarios tiene tres diagnósticos activos, el 66% toma más de 7 medicamentos cada día, el 18% ingresa con algún tipo de úlcera por presión, el 75% presenta algún tipo de incontinencia urinaria y el 45% está en una situación de dependencia total.
Los diagnósticos principales son los relacionados con el Alzheimer, los trastornos mentales y otras demencias, así como las enfermedades hipertensivas y relacionadas con el aparato cardiocirculatorio.
Es preciso señalar en este punto que, según este perfil, es fácil suponer que la mayoría de ellos necesitarán diariamente de la ayuda de otras personas en su higiene, para vestirse, para desplazarse, para comer, etc. En definitiva, necesitarán de ayuda de otras personas y eso, irremediablemente, implica mucho contacto físico. Por otro lado, el deterioro cognitivo de estas personas puede llevar asociado alteraciones comportamentales y problemas de comprensión que dificultan la adopción de medidas de protección relacionadas con la higiene, el uso adecuado de cubiertos, etc.
Así, vemos que, atendiendo al perfil clínico de los usuarios de los centros residenciales, podemos concluir que son especialmente vulnerables ante la enfermedad.
En este análisis tampoco nos podemos olvidar de otros aspectos que no tienen que ver directamente con el perfil de estos usuarios pero que, sin duda, facilitarán la aparición y transmisión del Covid-19. En primer lugar, hay que recordar que la mayoría de los centros residenciales están diseñados para la vida comunitaria, en grupo. Los espacios están diseñados para facilitar la interacción de los usuarios. Incluso, en la gran mayoría de centros es altamente complicado disponer de espacios para aislar a las personas con síntomas y/o contagiadas. De hecho, únicamente el 15% de las habitaciones de los 5.358 centros existentes en España (datos elaborados por la SEGG) son individuales. Si tenemos en cuenta que hay casi 373.000 plazas a nivel estatal, nos podemos imaginar que la situación es altamente delicada. En segundo lugar, e igualmente relevante, si bien es cierto que los centros residenciales para personas mayores desempeñan una labor sanitaria importante al proveer cuidados especializados y ayudar a evitar la congestión y saturación del sistema público sanitario, muchos de ellos no disponen de servicio de medicina y de enfermería (incluso aquellos centros que disponen de ellos raramente están disponibles en el centro 24 horas y 7 días a la semana o no tienen la autonomía para prescribir tratamientos o solicitar derivaciones a otros especialistas), sino que dependen de los equipos sanitarios del centro de atención primaria o de los equipos de atención domiciliaria que les correspondan. Además, en estos centros no se suele tener acceso a medicación hospitalaria especializada, a la oxigenoterapia, equipos de protección individual, pruebas diagnósticas tanto para el personal como para los usuarios del centro, etc.
Finalmente, no nos podemos olvidar en este análisis de la situación de los centros residenciales la situación relativa a las plantillas de los centros. Ya hemos hecho referencia los cuidados altamente especializados que desempeñan estos profesionales, no obstante las plantillas son, por normativa, mucho más ajustadas que a nivel hospitalario. Además, desde el sector se lleva tiempo haciendo referencia a las dificultades para encontrar y contratar profesionales especializados, tanto de atención directa (gerocultores) como sanitarios.
A modo de conclusión, si se analiza el perfil de las personas usuarias de los centros y se tienen en cuenta otros factores estructurales del sector se puede explicar la alta incidencia que el Covid-19 está teniendo en estos centros y en las personas que allí viven.
¿Qué están haciendo desde la fundación para ayudar en esta crisis sanitaria?
Desde Fundación Edad&Vida desarrollamos dos líneas de actuación complementarias pero con público diferente. La primera de ellas está dirigida a la población general, y en especial, a las personas mayores que, como todos nosotros, deben permanecer confinados en sus domicilios. El objetivo es aportarles información de utilidad para su bienestar y calidad de vida en estos días. La segunda de ellas es más institucional y en ella acompañamos al sector y a sus profesionales durante su labor de estos días, apoyándolos y reconociendo su labor a la vez que intentamos analizar la situación y aportar, en la medida de nuestras posibilidades, ideas y reflexiones constructivas que puedan contribuir en la salida de esta crisis sanitaria.
¿Cuáles son sus propuestas?
En las dirigidas a la población general, estamos elaborando una serie de publicaciones en nuestro blog ofreciendo consejos sencillos para las personas. Estas entradas se publicarán semanalmente. Así, la primera de las aportaciones se centran en consejos para ocupar nuestro tiempo en casa de tal forma que se optimice nuestro bienestar físico, mental, social y espiritual.
En cuanto a las propuestas del segundo grupo, recientemente hemos publicado un comunicado en el que hacemos una reflexión sobre el perfil sanitario de los centros residenciales y su capacidad de respuesta ante una crisis de estas naturalezas. A modo resumido, defendemos dos vías de actuación con velocidades diferentes. La primera es la acción inmediata que nos permita responder a la urgencia actual. Así, proponemos que se refuerce la presencia de personal sanitario en los centros. Para ello podrían utilizarse a parte de los profesionales de los centros de atención primaria o de la atención domiciliaria (especialmente médicos y enfermeras) para que se desplacen a los centros residenciales y desarrollen allí su labor. De esta forma, serían los encargados, junto con los médicos y enfermeras de los centros en los que los haya, de realizar las funciones más especializadas como el diagnóstico de nuevos casos, el planteamiento de medidas de aislamiento en los propios centros, deliberaciones sobre las derivaciones, administración de medicación y, con especial relevancia, la necesaria para administrar una correcta atención paliativa, etc. Por otro lado, defendemos y reconocemos la gran labor que los profesionales de los centros están realizando día a día, dejándose la piel y sacrificando parte de su tiempo libre para cuidar a los usuarios de los centros de la mejor forma posible, siempre con cariño y afecto, en una situación límite. Finalmente, hacemos un llamamiento para que se proporcione a los centros residenciales el material necesario para que los profesionales puedan desarrollar su labor de forma óptima. Nos referimos a los equipos de protección individual, pruebas diagnósticas para los usuarios, medicación y productos sanitarios específicos, etc. La segunda de las propuestas que realizamos en esta línea de trabajo institucional implica un desarrollo más amplio para lo que se necesita más tiempo para procesarlo y, por lo tanto, se deberá desarrollar una vez superemos la crisis actual. En ella, invitamos a todos los actores y agentes que tienen algún papel en la atención a personas en situación de vulnerabilidad y/o dependencia, como podrían ser las personas mayores, entre los que se deberían encontrar las administraciones públicas, las entidades públicas y privadas de provisión de estos cuidados, las sociedades científicas y colegios profesionales, sindicatos, asociaciones de personas mayores y de pacientes; a un ejercicio conjunto de reflexión sobre la situación e integración de estos centros y servicios de atención sanitaria y social para tratar de dotarlos de las herramientas y recursos que les permitan una mayor autonomía y capacidad de respuesta ante futuras y potenciales situaciones como la presente.
Una pandemia quizás no era previsible, pero ¿se podía haber previsto esta saturación del Sistema Nacional de Salud?
A toro pasado es relativamente sencillo encontrar aquellas señales de alarma como, por ejemplo, los estudios sobre el perfil de la población actual y el futuro en los que se señala que el sistema sanitario actual puede no estar debidamente diseñado para atender a una población longeva y envejecida como la nuestra.
Además, tanto los profesionales, como las sociedades científicas como las propias entidades han expresado, en diferentes momentos, su preocupación sobre el estado del sistema. De hecho, en Edad&Vida hemos defendido desde nuestra creación, hace más de 20 años, la necesidad de implementar cambios estructurales en el sistema para garantizar la eficacia y eficiencia del sistema y optimizar, así, los resultados obtenidos con él.
No obstante, creemos que no es el momento para lamentos y reclamaciones de cuándo se puedo haber previsto y tomado medidas para evitar esta situación. Está claro que nadie pensaba que una pandemia como la actual, aunque estadísticamente probable, tuviera los efectos que está teniendo sobre el sistema. Así, consideramos que lo realmente constructivo es colaborar para que los peores momentos pasen y se pueda atender a las personas con los estándares de calidad y dignidad que se merecen. Una vez todo esto pase, porque lo hará, debemos hacer ese ejercicio de reflexión conjunta que comentábamos más arriba para que, entre todos, diseñemos el mejor de los sistemas sanitario y social que deseemos para todos nosotros.
¿Qué lecciones se pueden extraer de esta situación de crisis sanitaria en el ámbito de las residencias?
Como en todas las crisis se pueden extraer tanto lecciones sobre aspectos negativos como positivos. Entre las primeras está la constatación de que el sistema de atención a personas en situación de vulnerabilidad y/o dependencia que, como decíamos, podrían ser las personas mayores usuarias de centros residenciales, no está suficientemente preparado para responder a crisis sanitarias de cierta envergadura. Además, hemos podido comprobar que se está sometiendo al sistema a una enorme tensión en lo que tiene que ver con los recursos, humanos y técnicos, para la atención a estas personas.
Entre las segundas, hemos constatado la enorme labor y dedicación que los profesionales del sector están realizando para ofrecer los cuidados que los usuarios de los centros precisan, y siempre desde el más absoluto respeto y cariño que sus familias no pueden darles. Además, estamos viendo como emerge una nueva consideración y respeto tanto por el sector como, mucho más importante, por la labor que estos profesionales realizan (tradicionalmente han estado infravalorados económica y socialmente). Finalmente, parece que se puede hablar de una concepción comunitaria de los cuidados en la que se aprecian aspectos de solidaridad entre sus miembros (redes de apoyo, comunidades de ayuda, encierros de profesionales en los centros para evitar contagiar fuera y dentro de ellos, etc.) y de responsabilidad individual (importancia de implicarse en conductas de prevención y de promoción de la salud) y colectiva (uso adecuado de recursos limitados de primera necesidad o médicos). Tomados en consideración todos estos aspectos queremos pensar que la aparición de este virus nos permitirá plantear los cambios necesarios para adaptar nuestro sistema de atención a la personas, aumentar su eficacia y optimizar sus resultados, sin olvidar de dotarle de la robustez necesaria para afrontar posible crisis futuras. La salud y bienestar de todos nosotros están en juego y juntos conseguiremos diseñar el mejor sistema de atención.