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Mariano Sánchez, profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de Granada —donde dirige la Cátedra Macrosad de Estudios Intergeneracionales— e investigador internacional asociado al Center for Healthing Ageing de la Penn State University (EEUU), será uno de los ponentes del Congreso Intersectorial de Envejecimiento y Dependencia, que se celebra los días 27 y 28 de septiembre en Jaén.
En la siguiente entrevista explica en qué consiste la intergeneracionalidad y por qué es importante para la sociedad, además de exponer ejemplos, tanto a nivel nacional como internacional, sobre cómo la interacción entre personas de diferentes edades beneficia a la sociedad en su conjunto.
¿En qué consiste exactamente la intergeneracionalidad y qué efectos tiene en la sociedad?
Intergeneracionalidad es un término que se refiere a la relación entre distintas generaciones. Lo que sucede es que hay dos formas de entender tal relación: una, sin conciencia alguna de las posiciones generacionales implicadas, y otra, cayendo en la cuenta de esas posiciones y de las diferencias y similitudes entre las generaciones. Esta última forma tiene mucho más interés para mí.
En cuanto a los efectos que provoca diría que, ante todo, la intergeneracionalidad es una causa de la sociedad. Dicho de otro modo, para que una sociedad exista se necesita, entre otras cosas, una conexión entre las sucesivas generaciones. No en vano, nuestro concepto de familia se apoya en la solidaridad intergeneracional: las personas adultas cuidamos y criamos a nuestros hijos e hijas. Sin esa relación, la sociedad se extinguiría.
¿Qué dificultades encuentran las distintas generaciones para integrarse e interactuar?
Dependiendo de qué tipo de generaciones estemos hablando y de si pensamos en un ámbito familiar o extrafamiliar, las dificultades son distintas. Pongamos dos ejemplos. En una familia en la que una hija de 20 años se encuentre viviendo en el extranjero, las dificultades pueden ser meramente instrumentales (por ejemplo, la coordinación de los tiempos para interactuar, el acceso a medios de comunicación adecuados, etc.). Ahora bien, si pensamos en un niño de 9 años y en una persona mayor que no sea de su familia y que viva en un centro residencial para personas mayores, las dificultades pueden ser más estructurales (por ejemplo, la misma imposibilidad de encontrarse o de ponerse en contacto, o la falta de referentes y hasta de lenguajes comunes que permitan la interacción). En general, yo diría que en el espacio familiar suele existir un hábito de interacción, pero fuera de la familia lo que sucede es que muchas personas ni siquiera han tenido la oportunidad de adquirir tal hábito dada la fuerte segregación por edades y generaciones que nos rodea.
¿Qué evidencias científicas existen sobre los beneficios de la intergeneracionalidad?
Existen evidencias producto de la investigación, pero hay que reconocer que son menos de las que nos gustaría disponer. Por ejemplo, sabemos que el buen contacto intergeneracional mejora las actitudes que las generaciones más jóvenes tienen hacia las personas mayores, disminuye los estereotipos negativos asociados con la edad y también el sentimiento de cierta ansiedad que a algunas personas les produce su propio envejecer. Esto último es muy relevante, porque si una persona mayor posee una percepción positiva y no estereotipada de su envejecimiento, su esperanza de vida puede alargarse. También sabemos que personas jóvenes que han participado en buenos proyectos intergeneracionales han aumentado su autoestima y la confianza en sí mismas y han aprendido nuevas destrezas al poder acceder al conocimiento de personas más experimentadas. Allí donde existen oportunidades para mantener buenas relaciones intergeneracionales se logra crear capital social, confianza, apoyo mutuo y mayores conexiones, lo que permite contar con comunidades y sociedades más cohesionadas, menos fragmentadas.
¿Qué medidas se deberían tomar desde las instituciones públicas para incentivar la intergeneracionalidad?
La primera está clara: fomentar oportunidades para que quien lo desee pueda entrar en contacto con personas de otras generaciones. Pero estas deben estar bien diseñadas y ejecutadas; no vale cualquier cosa. Las relaciones entre generaciones, como todas las relaciones, pueden conllevar conflictos, desentendimientos e incluso enfrentamientos abiertos.
La segunda medida sería poner encima de la mesa la necesidad de hacer frente a la discriminación por razón de edad y a las percepciones intergeneracionales negativas que nos rodean. En 2018, en España aún hay un 38% de personas de 65 años o más que creen que a los jóvenes no les interesan las personas mayores, a las que tratan con indiferencia. En 2008 ese porcentaje era del 37%. Parece que en una década no hemos avanzado mucho en la mejora de esas percepciones.
La Universidad de Granada ha creado junto a Macrosad una Cátedra pionera en España sobre Estudios Intergeneracionales. ¿Cómo surgió y en qué consiste esta Cátedra?
Esta iniciativa tiene como origen la decisión de Macrosad de apostar, en su plan estratégico, por la intergeneracionalidad como dimensión transversal. Cuando en la Universidad de Granada nos enteramos de esta original apuesta contactamos con esta cooperativa, nos pusimos manos a la obra para buscar un modo de colaborar y la Cátedra de Estudios Intergeneracionales ha sido el resultado. Consiste en una plataforma para la permanente transferencia de conocimiento entre los Estudios Intergeneracionales, por un lado, y la práctica de la intergeneracionalidad, por otro, para contribuir al progreso socioeconómico y al bienestar de personas y comunidades. Para ello, investigaremos, formaremos, divulgaremos conocimiento y trataremos de lanzar iniciativas que posibiliten el crecimiento de las relaciones intergeneracionales en Andalucía, España y más allá.
En el ámbito internacional, ¿qué iniciativas intergeneracionales le parecen más destacables?
Por suerte, contamos cada vez con más y mejores iniciativas. Por ejemplo, hace unas semanas visité la Universidad Lasell, en Massachusetts (EE.UU.). Esta institución es conocida porque en el año 2000 inauguró, dentro del propio campus, un espacio residencial y de cuidados para personas mayores donde más de 200 de estas personas tienen acceso a la interacción diaria con jóvenes universitarios. Me parece una idea brillante para potenciar la intergeneracionalidad de la mano de la educación superior. Otro ejemplo: el gobierno de Escocia ha decidido financiar también un campus intergeneracional, pero en este caso combinando las etapas de educación infantil, primaria y secundaria con oportunidades para la educación permanente de adultos. Gracias a esta decisión se han podido renovar varias escuelas y reagruparlas para que los estudiantes puedan crecer en un entorno con presencia de más generaciones.
Como digo, los ejemplos son muchos: proyectos de mentorización, centros cívicos, uso de distintas modalidades artísticas para potenciar el desarrollo intergeneracional comunitario, proyectos de alojamiento intergeneracional... En España también estamos avanzando a muy buen ritmo. De hecho, en septiembre de 2018 abren sus puertas en nuestro país tres centros intergeneracionales, siendo uno de ellos el que Macrosad ha construido en la localidad granadina de Albolote.